Claudio Bunster (ex Teitelboim) habla a fondo:
"Estoy feliz de haber corregido una injusticia histórica"
A los 57 años, el destacado científico chileno encuentra su verdadera identidad. Descubrió que su padre era Alvaro Bunster y no Volodia Teitelboim. Cambió su apellido y tiene una nueva familia. Sin embargo, dice: "No estoy dejando mi pasado atrás". Pone fin a una mentira histórica que, según él mismo afirma, fue producto de la lógica perversa de la Guerra Fría.
"Esta historia comenzó hace 58 años. No sólo porque fui concebido en ese entonces, sino que también ahí comenzó el encubrimiento. Era otro el mundo que se vivía en esa época. Quizá eso permitió ocultar algo que hoy sería absurdo, inaceptable, mantener en secreto", así parte Claudio Teitelboim el relato sobre su vida.
Hace cinco meses, en abril, una persona cercana le sembró una duda. Le insinúo que, tal vez, su padre no era su padre. A él le pareció inconcebible. Sin embargo, a la mañana siguiente la duda apareció en su cabeza. Como es característico en él y sin perder tiempo en meditar, Claudio Teitelboim decidió actuar de inmediato. Llamó a Fernán Meza, el segundo marido de su madre, Raquel Weitzman. Y le preguntó directamente:
-"¿Soy hijo de Volodia?". (Al otro lado de la línea se produjo un largo silencio y una voz muy seria le respondió):
-"Claudito, hay cosas que no se hablan por telófono".
-"Ya me has contestado Fernán. Dime algo más: ¿Hay algún candidato a ser mi padre?
-Solamente uno: Alvaro Bunster.
-Gracias.
Buscó el teléfono de la escuela de danza "El Espiral" y pidió hablar con el coreógrafo Patricio Bunster. "Nos saludamos y de inmediato le pregunté: ¿Tú eres tío mío? Y él me respondió: Sí, por supuesto. Este es un llamado que he esperado largo tiempo".
"Estoy feliz de haber corregido una injusticia histórica"
A los 57 años, el destacado científico chileno encuentra su verdadera identidad. Descubrió que su padre era Alvaro Bunster y no Volodia Teitelboim. Cambió su apellido y tiene una nueva familia. Sin embargo, dice: "No estoy dejando mi pasado atrás". Pone fin a una mentira histórica que, según él mismo afirma, fue producto de la lógica perversa de la Guerra Fría.
"Esta historia comenzó hace 58 años. No sólo porque fui concebido en ese entonces, sino que también ahí comenzó el encubrimiento. Era otro el mundo que se vivía en esa época. Quizá eso permitió ocultar algo que hoy sería absurdo, inaceptable, mantener en secreto", así parte Claudio Teitelboim el relato sobre su vida.
Hace cinco meses, en abril, una persona cercana le sembró una duda. Le insinúo que, tal vez, su padre no era su padre. A él le pareció inconcebible. Sin embargo, a la mañana siguiente la duda apareció en su cabeza. Como es característico en él y sin perder tiempo en meditar, Claudio Teitelboim decidió actuar de inmediato. Llamó a Fernán Meza, el segundo marido de su madre, Raquel Weitzman. Y le preguntó directamente:
-"¿Soy hijo de Volodia?". (Al otro lado de la línea se produjo un largo silencio y una voz muy seria le respondió):
-"Claudito, hay cosas que no se hablan por telófono".
-"Ya me has contestado Fernán. Dime algo más: ¿Hay algún candidato a ser mi padre?
-Solamente uno: Alvaro Bunster.
-Gracias.
Buscó el teléfono de la escuela de danza "El Espiral" y pidió hablar con el coreógrafo Patricio Bunster. "Nos saludamos y de inmediato le pregunté: ¿Tú eres tío mío? Y él me respondió: Sí, por supuesto. Este es un llamado que he esperado largo tiempo".
¿Todo esto por teléfono?
Sí. Ya habíamos perdido 57 años... Bueno, así es como supe mi verdadera identidad. Esa misma tarde nos juntamos. Nos comparamos las manos, el color de la piel. Era impresionante no sólo la semejanza física, sino que también la resonancia inmediata en el sentido del humor, la irreverencia, el tono de la voz, los gestos. Me dijo que de lejos, de todos los hijos, yo era el más parecido a mi padre. Incluso varias veces Patricio se tapó la cara con las manos diciéndome: "Es como ver a Alvaro sentado en ese sillón". Me mostró fotos de mi padre. Había una idéntica a mí que luego le mostré a mi hija Valentina. Cuando le pregunté qué opinaba de esa foto, ella me dijo: "Sales muy bien". Ahí le conté que ése no era yo. Ése era mi padre. Se puso a llorar y me abrazó.
¿Y se conectó altiro con el resto de la familia Bunster?
Lo que llama la atención es que Claudio Teitelboim deje su apellido. Ahora se llama Claudio Bunster y se refugia en esta nueva familia. ¿Cómo se deja atrás el pasado?
Yo no me refugio. Nunca me he refugiado en mi vida. Al revés. Yo refugio a gente. Ese ha sido mi trabajo. Y entre los que he refugiado está Volodia Teitelboim desde todo punto de vista. De seguridad física, económica... Así que quede claro que no es refugio lo que busco en la familia Bunster. Me he integrado a la familia para darles cariño, para protegerla, para jugar con ellos. Por otra parte, no estoy dejando atrás mi pasado. Mi vida anterior se compone de mucha otra gente que llenó mi infancia de magia, como Alberto y Fernando Medina, con quiénes acampaba en Horcón. Después, algunos otros años de infancia, con Raquel y Volodia pude ir a la casa de Neruda y conocer mucha gente interesante, ser bien tratado. Fue maravilloso...
¿Pero cómo puede ser que se haya demorado 57 años en saber la verdad?
¿De qué hablamos?
Hablamos de gente como la que en estos días se ha permitido opinar sobre cuál era mi relación de padre a hijo con Volodia. Hablo de gente que se ha permitido opinar de la relación de Volodia con mi fallecida madre. Ese es un comportamiento reñido con los códigos más elementales de decencia y de respeto. Son resabios de una cosa mucho más fuerte que comenzó a ocurrir hace 58 años y que marcó no solamente mi vida, sino que la de mi madre y la de mucha otra gente.
¿No es razonable que los amigos de Volodia cuenten lo que ellos saben de esta historia? A lo mejor sienten que tienen algo que decir.
Pero ¿qué es lo que se ha salido a defender aquí? Porque si se ha salido a defender el ocultamiento de una injusticia, de una mentira, me parece abominable. Estoy feliz de haber corregido una injusticia histórica. Una conducta aborrecible que en el Chile de hoy, en que hay tantas cosas que salen a la luz y el país las enfrenta, no tiene espacio. De lo único que se trata es de decir la verdad por la gente que conoce esa verdad y no por gente que se mete en lo que no sabe y que tampoco les incumbe. Uno de los grandes logros de la sociedad chilena en materia de encubrimiento ha sido la aceptación de que los responsables deben dar la cara de las cosas y no usar intermediarios. Eso se aplica en todos los niveles.
¿Quiere decir que Volodia debió haber hablado personalmente de esto y no sus amigos que han sido testigos de esta historia?
¿Y en qué están mintiendo?
Están mintiendo en decir cuál fue la verdadera historia de mi madre y la verdadera historia de mi infancia. Hoy, mucha gente me dice que es increíble que yo no supiera nada. La verdad es que a mí también me asombra no haberme dado cuenta. Pero uno tiene puntos ciegos como los espejos retrovisores del auto. En mi caso, el punto ciego era deliberado, porque yo tenía la necesidad de inventar un padre.
Un niño de allegado
De niño, ¿nunca sospechó que Volodia no era su padre?
¿Y cómo era esto de andar viviendo en distintas casas?
Recuerdo que me impresionó mucho cuando se hizo el Censo de 1964. Era un papel muy grande y preguntaba ¿cuánta gente vive en esta casa? En ese tiempo, yo vivía en la casa de Santiago Aguirre del Canto, un tipo macanudo, gran amigo, porque las reglas siempre estuvieron claras. El no se hacía pasar por mi padre. Cuando llenamos el Censo, le pregunté: ¿Y cómo figuro yo aquí?". Ahí conocí la palabra allegado. Eso fue muy simbólico para mí.
¿Por qué tanto?
¿Y cómo se alimentó en ese tiempo? ¿Quién le pagó el colegio? ¿De qué vivía?
O sea, ¿usted se autoabastecía?
Yo me he autoabastecido siempre en el sentido de que he ido tomando de la vida lo que he ido necesitando. En ese sentido, fui absolutamente autodidacta. Viví de la generosidad de las familias donde estaba allegado y de la generosidad de Volodia, los últimos tres años en que viví en su casa, cosa que le agradezco infinitamente.
¿Qué explicación le daban sus padres de por qué vivía de allegado?
¿Y cómo era su relación de niño con Volodia?
Recuerdo poco. Volodia viajaba mucho. Era la época de la Guerra Fría. Existía el movimiento comunista internacional y él pasaba mucho tiempo fuera de la casa. Además, como luego era un perseguido político, estaba siempre ausente, porque estaba oculto. Yo vengo ayudando a Volodia desde chico.
¿Cómo así?
¿Fue un padre?
Como te digo, nunca me castigó y nunca me dio un beso. ¿Si fue un padre para mí? No lo sé. Durante todo ese tiempo yo pensé que eso era un padre. Hay un experimento muy famoso de biología del comportamiento que es notable. Un biólogo que ganó el Nobel se preguntó: ¿Cómo los patitos que salen del huevo saben que esa que está ahí es su mamá y la siguen automáticamente? Bueno, el tipo se puso desnudo frente a los huevos de pato y se quedó inmóvil. Cuando se abrieron los huevos, los patos no supieron qué hacer. En el segundo experimento, nacieron los patos y el tipo comenzó a moverse. Ahí los patos lo siguieron inmediatamente. Es que los patos tenían codificado que lo primero que ven que se mueve, esa es su madre. Y lo primero que yo vi que se movió era Volodia.
El padre que no fue
Usted se cambió el apellido. ¿No siente que hizo una ruptura feroz y brutal con este hombre al que consideró padre hasta hace poco?
¿Feroz y brutal con qué?
Con aquel hombre que fue su padre.
Es que ahí está la falla de la pregunta. Es un hombre que hizo como que era mi padre. Ese es, justamente, el problema. Si él no hubiera hecho como que era mi padre, no habría habido ninguna ruptura. Yo no rompí con Santiago Aguirre del Canto. El actuó como padre maravillosamente, pero sin hacer como que lo fuera. Esa cosa es infinitamente noble, valiosa y desinteresada. También el segundo marido de mi madre y mi maestro en Princeton fueron así. Lo que causa el problema aquí es la superchería, la mentira. Si esto hubiera sido con la verdad, habría sido mucho más simple. Y lo que yo estoy haciendo ahora es simplemente reconocer la verdad y actuar en consecuencia. ¿Es feroz y brutal decir la verdad cuando veo que hay algunos que andan diciendo que Volodia me educó? Por favor, cómo me pudo haber educado si yo era un allegado en muchas casas.
¿Tiene rabia con Volodia?
En una entrevista le preguntaron si sentía aprecio por Volodia. Usted respondió que le tenía aprecio igual que a mucha otra gente. ¿No es un poco fuerte esa afirmación?
Pero antes de conocer la verdad Volodia era su padre e imagino que le tenía un aprecio especial...
Me había ocurrido el fenómeno de los patitos. Por necesidad yo había inventado a un padre y me había dedicado a trabajar de hijo.
Y seguramente él trabajaba de padre.
No. Reconozco que como padre él era una persona cortés. Pero cuando mi madre murió, Volodia ni siquiera me llamó para darme el pésame. Y eso que, según dice alguna gente ahora, ella era el amor de su vida... Ahora entiendo por qué no me dio el pésame, pero en esa época me parecía raro. Entonces, era el padre que había y al que yo, por necesidad, me inventé. Yo tenía necesidad de dar cariño y trabajé de hijo...
¿A qué llama "trabajar de hijo"?
La madre
Dice que su mamá tenía prohibido verlo. ¿Por qué? ¿Qué le decían?
Me decían: "Usted sólo puede ver a su madre cuatro horas a la semana". Eso es lo que me decían en la casa donde estaba allegado en ese momento. Esa fue mi infancia. No la cambiemos...
Y de grande, ¿nunca hablaron de eso con su madre?
No. Mi mamá era muy pudorosa en eso. Y creo que mi mamá, siendo comunista de viejo cuño, siguió por un extraño mecanismo -que para mí es incomprensible, pero que lo veo en acción- respetando estas decisiones hasta el fin y pensando que de alguna manera ella era culpable de algún delito.
Por haberse enamorado...
¿Cree que fueron estructuras del PC las que ocultaron esta verdad? ¿No fue una voluntad de su mamá, de su papá, de las familias implicadas el mantener el silencio?
¿Cuál es ese gran daño?
¿No siente una crisis de identidad?
No. Sólo siento que al final ahora todo me hace sentido. Hay una frase de Einstein que escribió cuando descubrió la teoría de la relatividad y dice: "Los prolongados años de ansiosa búsqueda en la oscuridad y el emerger final a la luz, sólo aquellos que lo han vivido pueden comprenderlo". Eso es lo que me pasa ahora. Siento una cosa radiante. Lo único que lamento es no haber podido hablarlo con mi madre ni con mi padre.
Llama la atención el gran enganche que ha tenido con este padre que no conoció.
A mí no me llama la atención. Es simplemente la constatación en cada detalle que voy descubriendo que me confirma que es de ahí de donde vengo. Ahora resulta que mi tatarabuelo era oficial de la marina británica y luchó con Nelson en Trafalgar. Y si uno sigue para arriba llega hasta Guillermo El Conquistador. No es que yo me crea Guillermo El Conquistador, pero hay muchas cosas que pasan a ser obvias y que antes parecían exóticas, como poner pendones en los techos del instituto, como tener mi propio gallardete de mando y como trabajar con gran naturalidad con los militares.
¿No tiene rabia de que su padre no se haya acercado a usted y le hubiese dicho la verdad?
Obviamente que lo habría preferido. Le pregunté a mi hermano César por qué ellos no se acercaron a mí. Y él me contó que lo había conversado mucho con nuestro padre y él le había dicho: "Yo creo que Claudio sabe todo. Incluso, ha estado al lado mío. Pienso que ha tomado la decisión de hacer como que esto no existiese. No debo vulnerar su decisión". Esa fue la actitud que él tuvo, a pesar de que ahora sé que él intentó reconocerme al comienzo.
¿Cuándo?
Yo todavía estaba en la guata de mi mamá. Sé que él fue a hablar con Volodia y que le dijo: "Este hijo es mío. Quiero reconocerlo". No se le permitió.
¿Volodia no lo permitió?
No. Naturalmente la que debiera haberlo permitido era mi madre, pero ella estaba muerta de miedo. Todo el aparato político estaba ahí. Es difícil de entender ahora, pero no se le permitió.
¿Por qué su mamá no se separó de Volodia en ese tiempo?
Esa es la pregunta del millón de dólares. No lo sé. Mi interpretación es que también fue por miedo, por esta cosa de no romper un matrimonio comunista.
Según lo que usted ha reconstruido, ¿cómo fue la historia?
Por lo que he ido reconstruyendo, mi madre tuvo un gran amor con Alvaro Bunster antes de casarse con Volodia. No fue una aventura. Fue un amor sostenido por años que terminó. Luego se casó con Volodia. Después reincidió con su viejo amor. En esa reincidencia nací yo.
Usted vivió con ella y con Volodia hasta los 10 años. ¿Qué pasó después?
Y cuando su mamá se fue, ¿qué le dijeron?
¿Y Alvaro Bunster?
El rol de Volodia
¿Cómo cerró este capítulo con Volodia? ¿Qué hizo cuando usted se enteró de la verdad?
¿No se abrazaron, no se dijeron nada más?
No. Luego me dijo: "He estado orgulloso de ti y hemos sido buenos amigos". Punto. Entonces, yo me quedé callado y le dije: "Sí, en los últimos años hemos sido buenos amigos". Así fue. Y debo hacer notar que, en ese momento, él fue extraordinariamente consecuente con lo que había sido siempre su relación conmigo. Eso resume nuestra relación: cortesía y precisión absoluta en el lenguaje. A pesar de todo, quiero decir que a Volodia le tengo estima. Y que ahora que las cosas son más nítidas, todo es mucho mejor, porque es verdad.
Convengamos que para mantener una mentira, fueron muchos los que guardaron silencio...
Estoy de acuerdo. Cuando uno empieza a mentir, sigue mintiendo y cada vez es más difícil decir la verdad. Ahora, resulta que al niñito le empieza a ir bien. Es profesor en Princeton. Obtiene el Premio Nacional. El niñito fue aceptado en la Academia de Ciencias de Estados Unidos. Entonces, se está orgulloso de este hijo que no es hijo. Y se establece una impresión de que todos los logros de este hijo fueron porque creció en ese ambiente y porque fue muy bien educado. Pero en verdad este hijo era un allegado en el Censo de 1964. A eso me refiero con que, a veces, es más cómodo no decir la verdad. Les queda mejor a los implicados.
¿Se siente utilizado por Volodia Teitelboim?
Imagino que para usted también debe haber sido importante ser hijo de Volodia Teitelboim.
¿En qué?
Fui yo quien decidió ir a estudiar a la Universidad de Princeton en Estados Unidos. Y ahí fui aceptado solito, con mi cartita. ¿O crees que uno recibe una visa de estudiante en Estados Unidos sólo por ser hijo de un dirigente comunista? Más bien diría que es un poco al revés. Así que, honradamente, en mi vida profesional, el ser hijo de un dirigente comunista, para decirlo neutralmente, no me ha servido para entrar a ninguna parte. Ahora, en mi vida personal, el haber tenido acceso a otras cosas, el poder vagar por la casa de Neruda, han sido un privilegio que le agradezco. Y estoy sinceramente agradecido. Pero también estoy muy agradecido de Santiago Aguirre del Canto, de Fernán Meza, de mi maestro John Wheeler en Princeton. Todos ellos fueron figuras de padre. Sin duda que Volodia está en esa lista, pero no es el único miembro.
Usted culpa a Volodia porque no le dijo la verdad, pero tampoco se la dijeron su madre ni su padre.
¿De quién es, entonces? ¿De Volodia, del Partido Comunista?