Sunday, February 18, 2007

Paternidad RESPONSABLE



Claudio Bunster (ex Teitelboim) habla a fondo:
"Estoy feliz de haber corregido una injusticia histórica"
A los 57 años, el destacado científico chileno encuentra su verdadera identidad. Descubrió que su padre era Alvaro Bunster y no Volodia Teitelboim. Cambió su apellido y tiene una nueva familia. Sin embargo, dice: "No estoy dejando mi pasado atrás".
Pone fin a una mentira histórica que, según él mismo afirma, fue producto de la lógica perversa de la Guerra Fría.

"Esta historia comenzó hace 58 años. No sólo porque fui concebido en ese entonces, sino que también ahí comenzó el encubrimiento. Era otro el mundo que se vivía en esa época. Quizá eso permitió ocultar algo que hoy sería absurdo, inaceptable, mantener en secreto", así parte Claudio Teitelboim el relato sobre su vida.
Hace cinco meses, en abril, una persona cercana le sembró una duda. Le insinúo que, tal vez, su padre no era su padre. A él le pareció inconcebible. Sin embargo, a la mañana siguiente la duda apareció en su cabeza. Como es característico en él y sin perder tiempo en meditar, Claudio Teitelboim decidió actuar de inmediato. Llamó a Fernán Meza, el segundo marido de su madre, Raquel Weitzman. Y le preguntó directamente:
-"¿Soy hijo de Volodia?". (Al otro lado de la línea se produjo un largo silencio y una voz muy seria le respondió):
-"Claudito, hay cosas que no se hablan por telófono".
-"Ya me has contestado Fernán. Dime algo más: ¿Hay algún candidato a ser mi padre?
-Solamente uno: Alvaro Bunster.
-Gracias.
Buscó el teléfono de la escuela de danza "El Espiral" y pidió hablar con el coreógrafo Patricio Bunster. "Nos saludamos y de inmediato le pregunté: ¿Tú eres tío mío? Y él me respondió: Sí, por supuesto. Este es un llamado que he esperado largo tiempo".

¿Todo esto por teléfono?

Sí. Ya habíamos perdido 57 años... Bueno, así es como supe mi verdadera identidad. Esa misma tarde nos juntamos. Nos comparamos las manos, el color de la piel. Era impresionante no sólo la semejanza física, sino que también la resonancia inmediata en el sentido del humor, la irreverencia, el tono de la voz, los gestos. Me dijo que de lejos, de todos los hijos, yo era el más parecido a mi padre. Incluso varias veces Patricio se tapó la cara con las manos diciéndome: "Es como ver a Alvaro sentado en ese sillón". Me mostró fotos de mi padre. Había una idéntica a mí que luego le mostré a mi hija Valentina. Cuando le pregunté qué opinaba de esa foto, ella me dijo: "Sales muy bien". Ahí le conté que ése no era yo. Ése era mi padre. Se puso a llorar y me abrazó.

¿Y se conectó altiro con el resto de la familia Bunster?

Con Patricio llamamos a mi hermano César. Me puse al teléfono y le dije: "Hola. Acabo de saber que soy tu hermano". El me respondió: "Yo lo sé hace muchos años. Voy para allá". Cuando llegó fue como si nos hubiéramos conocido de toda la vida, y ha seguido siendo así cada vez más. Ahí supe también que mucha gente, incluyendo a mi padre, estaba convencida de que yo sabía la verdad, pero que había elegido ignorarlos. Nunca se acercaron por respeto.

Lo que llama la atención es que Claudio Teitelboim deje su apellido. Ahora se llama Claudio Bunster y se refugia en esta nueva familia. ¿Cómo se deja atrás el pasado?

Yo no me refugio. Nunca me he refugiado en mi vida. Al revés. Yo refugio a gente. Ese ha sido mi trabajo. Y entre los que he refugiado está Volodia Teitelboim desde todo punto de vista. De seguridad física, económica... Así que quede claro que no es refugio lo que busco en la familia Bunster. Me he integrado a la familia para darles cariño, para protegerla, para jugar con ellos. Por otra parte, no estoy dejando atrás mi pasado. Mi vida anterior se compone de mucha otra gente que llenó mi infancia de magia, como Alberto y Fernando Medina, con quiénes acampaba en Horcón. Después, algunos otros años de infancia, con Raquel y Volodia pude ir a la casa de Neruda y conocer mucha gente interesante, ser bien tratado. Fue maravilloso...

¿Pero cómo puede ser que se haya demorado 57 años en saber la verdad?

De lo que he ido reconstruyendo, un sector amplio de personas consideraba que yo tenía que saber. Luego había otro sector, un grupo de protección de la buena imagen del compañero Volodia. Eso es lo único que yo puedo discernir de todo esto.

¿De qué hablamos?

Hablamos de gente como la que en estos días se ha permitido opinar sobre cuál era mi relación de padre a hijo con Volodia. Hablo de gente que se ha permitido opinar de la relación de Volodia con mi fallecida madre. Ese es un comportamiento reñido con los códigos más elementales de decencia y de respeto. Son resabios de una cosa mucho más fuerte que comenzó a ocurrir hace 58 años y que marcó no solamente mi vida, sino que la de mi madre y la de mucha otra gente.

¿No es razonable que los amigos de Volodia cuenten lo que ellos saben de esta historia? A lo mejor sienten que tienen algo que decir.

Pero ¿qué es lo que se ha salido a defender aquí? Porque si se ha salido a defender el ocultamiento de una injusticia, de una mentira, me parece abominable. Estoy feliz de haber corregido una injusticia histórica. Una conducta aborrecible que en el Chile de hoy, en que hay tantas cosas que salen a la luz y el país las enfrenta, no tiene espacio. De lo único que se trata es de decir la verdad por la gente que conoce esa verdad y no por gente que se mete en lo que no sabe y que tampoco les incumbe. Uno de los grandes logros de la sociedad chilena en materia de encubrimiento ha sido la aceptación de que los responsables deben dar la cara de las cosas y no usar intermediarios. Eso se aplica en todos los niveles.

¿Quiere decir que Volodia debió haber hablado personalmente de esto y no sus amigos que han sido testigos de esta historia?

Los testigos de la historia siempre pueden hablar. Pero siempre que digan la verdad y no que lo hagan para continuar con un trabajo de encubrimiento como se hacía en los viejos tiempos.

¿Y en qué están mintiendo?

Están mintiendo en decir cuál fue la verdadera historia de mi madre y la verdadera historia de mi infancia. Hoy, mucha gente me dice que es increíble que yo no supiera nada. La verdad es que a mí también me asombra no haberme dado cuenta. Pero uno tiene puntos ciegos como los espejos retrovisores del auto. En mi caso, el punto ciego era deliberado, porque yo tenía la necesidad de inventar un padre.

Un niño de allegado
De niño, ¿nunca sospechó que Volodia no era su padre?

No. Pero desde que sé la verdad, hay muchas cosas que ahora caen en su lugar y que para mí eran incomprensibles. Primero, el hecho de que no se me dejara vivir con mi madre y que en vez de vivir con el que se suponía que era mi padre, yo hubiese sido enviado a vivir a la casa de distintos compañeros comunistas. Pero como dice Saint Exupéry, uno no debe quejarse de su infancia, porque uno es lo que es justamente por la infancia que tuvo.

¿Y cómo era esto de andar viviendo en distintas casas?

Recuerdo que me impresionó mucho cuando se hizo el Censo de 1964. Era un papel muy grande y preguntaba ¿cuánta gente vive en esta casa? En ese tiempo, yo vivía en la casa de Santiago Aguirre del Canto, un tipo macanudo, gran amigo, porque las reglas siempre estuvieron claras. El no se hacía pasar por mi padre. Cuando llenamos el Censo, le pregunté: ¿Y cómo figuro yo aquí?". Ahí conocí la palabra allegado. Eso fue muy simbólico para mí.

¿Por qué tanto?

Porque toda mi infancia fui un allegado. Esa era mi calidad. Reconozco que esa condición me ha ayudado mucho en la vida. Adquirí una gran capacidad de adaptabilidad.

¿Y cómo se alimentó en ese tiempo? ¿Quién le pagó el colegio? ¿De qué vivía?

Hasta los 10 años me alimentó mi mamá. Ella era la proveedora, porque su marido estaba dedicado a la revolución. Después, cuando fui viviendo de allegado, me alimentaba la gente con la que vivía. No creo que ellos recibieran una pensión o un subsidio de nadie. Yo vivía de manera bastante modesta comparada con la clase media chilena afluente, pero también alegremente. Tenía zapatos con hoyos tapados con diarios, sabañones en las manos y todo eso. Era divertido. Andaba con un gorro de cuero con orejas y la plata para la micro me la daba la familia donde estaba. En los últimos tres años antes de irme a Estados Unidos viví con Volodia y él me daba plata para la micro. Pero rápidamente, como era buen alumno, obtuve una ayudantía en la universidad. Me pagaban 50 mil pesos de esa época. Con eso tenía plata para moverme y para ir, a veces, a una fuente de soda. La educación era gratuita. Estudié en muchos colegios y los últimos años estuve en el Instituto Nacional, gracias a que Santiago Aguirre del Canto se preocupó de mí y me hizo transferir del Liceo Amunátegui al Instituto Nacional.

O sea, ¿usted se autoabastecía?

Yo me he autoabastecido siempre en el sentido de que he ido tomando de la vida lo que he ido necesitando. En ese sentido, fui absolutamente autodidacta. Viví de la generosidad de las familias donde estaba allegado y de la generosidad de Volodia, los últimos tres años en que viví en su casa, cosa que le agradezco infinitamente.

¿Qué explicación le daban sus padres de por qué vivía de allegado?

Cuando uno es niño, desarrolla algún bloqueo y hay cosas que no pregunta. Hace pocos años le pregunté a Volodia y él me dijo: "Tú expresaste un deseo de no querer vivir ni con tu madre ni con tu padre". Me parece inverosímil que a los 10 años yo haya expresado eso y, que aún así, se me hubiese hecho caso. Pero, bueno, esa era la tónica que siempre marcó mi relación con Volodia. Teníamos una extraña civilidad que en el fondo sólo era el ocultamiento de una superchería.

¿Y cómo era su relación de niño con Volodia?
Recuerdo poco. Volodia viajaba mucho. Era la época de la Guerra Fría. Existía el movimiento comunista internacional y él pasaba mucho tiempo fuera de la casa. Además, como luego era un perseguido político, estaba siempre ausente, porque estaba oculto. Yo vengo ayudando a Volodia desde chico.

¿Cómo así?

Siento que fui una especie de guardaespaldas suyo. Uno de mis primeros entrenamientos era cuando llegaba la policía política a golpear la puerta y yo era el mandado a abrir. Les pedía que echaran el telegrama por debajo de la puerta y así se ganaba tiempo para que Volodia pudiera saltar a la casa del lado por unos hoyos que yo había hecho en la pared para mirar a unas vecinas que me gustaban. Pero, como te digo, tengo pocos recuerdos de infancia con él. Sí puedo decir que él siempre fue muy respetuoso y deferente conmigo. Nunca me castigó...

¿Fue un padre?

Como te digo, nunca me castigó y nunca me dio un beso. ¿Si fue un padre para mí? No lo sé. Durante todo ese tiempo yo pensé que eso era un padre. Hay un experimento muy famoso de biología del comportamiento que es notable. Un biólogo que ganó el Nobel se preguntó: ¿Cómo los patitos que salen del huevo saben que esa que está ahí es su mamá y la siguen automáticamente? Bueno, el tipo se puso desnudo frente a los huevos de pato y se quedó inmóvil. Cuando se abrieron los huevos, los patos no supieron qué hacer. En el segundo experimento, nacieron los patos y el tipo comenzó a moverse. Ahí los patos lo siguieron inmediatamente. Es que los patos tenían codificado que lo primero que ven que se mueve, esa es su madre. Y lo primero que yo vi que se movió era Volodia.

El padre que no fue
Usted se cambió el apellido. ¿No siente que hizo una ruptura feroz y brutal con este hombre al que consideró padre hasta hace poco?

¿Feroz y brutal con qué?

Con aquel hombre que fue su padre.

Es que ahí está la falla de la pregunta. Es un hombre que hizo como que era mi padre. Ese es, justamente, el problema. Si él no hubiera hecho como que era mi padre, no habría habido ninguna ruptura. Yo no rompí con Santiago Aguirre del Canto. El actuó como padre maravillosamente, pero sin hacer como que lo fuera. Esa cosa es infinitamente noble, valiosa y desinteresada. También el segundo marido de mi madre y mi maestro en Princeton fueron así. Lo que causa el problema aquí es la superchería, la mentira. Si esto hubiera sido con la verdad, habría sido mucho más simple. Y lo que yo estoy haciendo ahora es simplemente reconocer la verdad y actuar en consecuencia. ¿Es feroz y brutal decir la verdad cuando veo que hay algunos que andan diciendo que Volodia me educó? Por favor, cómo me pudo haber educado si yo era un allegado en muchas casas.

¿Tiene rabia con Volodia?

No. No tengo ninguna rabia. Creo que él no es el personaje que más importa. Volodia es el menos relevante en esta historia. Los personajes principales son mi mamá, mi papá Alvaro Bunster Briceño y el que habla, que siempre fue un allegado que al fin supo cómo se llamaba. Esa es la verdad.

En una entrevista le preguntaron si sentía aprecio por Volodia. Usted respondió que le tenía aprecio igual que a mucha otra gente. ¿No es un poco fuerte esa afirmación?

No. Lo que pasa es que esto está mal enfocado, porque hay una mentira histórica atrás. Los protagonistas son mi madre, que fue crucificada, dejada sin trabajo y a la que se le prohibió ver a su hijo. A mi padre Alvaro Bunster también se le impidió reconocerme. El intentó hacerlo, pero la misma organización se lo impidió. Mi padre, lo he sabido ahora, iba con mi abuelo César a verme a la salida del colegio. A ellos también les estaba prohibido verme. ¡Esa es la verdadera historia! No es que yo me haya vuelto loco y niegue el pasado, pero la mayor parte de mi infancia viví de allegado y se me prohibió vivir con mi madre. Por lo tanto, si yo le tuviera rabia, lo diría. Pero no es así. Le tengo aprecio como a varia otra gente que jugó un papel significativo en mi vida.

Pero antes de conocer la verdad Volodia era su padre e imagino que le tenía un aprecio especial...

Me había ocurrido el fenómeno de los patitos. Por necesidad yo había inventado a un padre y me había dedicado a trabajar de hijo.

Y seguramente él trabajaba de padre.

No. Reconozco que como padre él era una persona cortés. Pero cuando mi madre murió, Volodia ni siquiera me llamó para darme el pésame. Y eso que, según dice alguna gente ahora, ella era el amor de su vida... Ahora entiendo por qué no me dio el pésame, pero en esa época me parecía raro. Entonces, era el padre que había y al que yo, por necesidad, me inventé. Yo tenía necesidad de dar cariño y trabajé de hijo...

¿A qué llama "trabajar de hijo"?

A decir papá, a dar un beso aunque a uno no se lo devuelvan, etc., etc... Eso es trabajar de hijo. Y es tomar riesgos, incluso físicos, para proteger a quien uno piensa que es su padre.

La madre
Dice que su mamá tenía prohibido verlo. ¿Por qué? ¿Qué le decían?

Me decían: "Usted sólo puede ver a su madre cuatro horas a la semana". Eso es lo que me decían en la casa donde estaba allegado en ese momento. Esa fue mi infancia. No la cambiemos...

Y de grande, ¿nunca hablaron de eso con su madre?

No. Mi mamá era muy pudorosa en eso. Y creo que mi mamá, siendo comunista de viejo cuño, siguió por un extraño mecanismo -que para mí es incomprensible, pero que lo veo en acción- respetando estas decisiones hasta el fin y pensando que de alguna manera ella era culpable de algún delito.

Por haberse enamorado...

No sólo por haberse enamorado. Por haber sido adúltera. La mentira inicial fue una mentira de la época de la Guerra Fría en que el hombre nuevo o la mujer nueva no comete la fechoría de enamorarse fuera del matrimonio, sobre todo cuando uno de los afectados es un alto dirigente del partido. Después esa mentira siguió con el tiempo y se instaló.

¿Cree que fueron estructuras del PC las que ocultaron esta verdad? ¿No fue una voluntad de su mamá, de su papá, de las familias implicadas el mantener el silencio?

No pienso que sea correcto hablar de las estructuras del PC, a pesar de que el partido tenía estructuras para ello. Pero estamos hablando de la época de la Guerra Fría, de que para los militantes comunistas el ser separado del partido era el fin de la vida. Es una cosa muy difícil de imaginar ahora. Yo le pregunté a Fernán Meza, que fue su gran marido, un tipo espléndido: "¿Por qué mi madre no presentó un reclamo ante un juzgado si tenía la tuición". Y él me dijo: "Tu mamá jamás habría ido en contra del partido". Esa era la realidad de ese tiempo. Eso habría sido enlodar al compañero. Ahora, lo malo de todo eso es que causa un gran daño. Fue una cosa perversa. A mí me causó un gran daño.

¿Cuál es ese gran daño?

Yo estoy agradecido de mi infancia, porque a pesar de todo tengo una vida entretenida. Pero la sensación con que yo viví, que ahora la identifico y que antes suprimía, es que había gato encerrado. Me preguntaba: ¿De dónde me salen estos gustos por navegar, por la aventura? ¿De dónde sale mi aspecto físico? Muchas veces, mientras navegaba solo me preguntaba: ¿Y yo de dónde habré salido? El haberme privado de la verdad sólo por mantener una superchería que no beneficia a nadie, excepto a una cierta imagen fabricada de este gran padre. Aunque, claro, qué se le podía exigir si más encima el niño no era hijo de él.

¿No siente una crisis de identidad?

No. Sólo siento que al final ahora todo me hace sentido. Hay una frase de Einstein que escribió cuando descubrió la teoría de la relatividad y dice: "Los prolongados años de ansiosa búsqueda en la oscuridad y el emerger final a la luz, sólo aquellos que lo han vivido pueden comprenderlo". Eso es lo que me pasa ahora. Siento una cosa radiante. Lo único que lamento es no haber podido hablarlo con mi madre ni con mi padre.

Llama la atención el gran enganche que ha tenido con este padre que no conoció.

A mí no me llama la atención. Es simplemente la constatación en cada detalle que voy descubriendo que me confirma que es de ahí de donde vengo. Ahora resulta que mi tatarabuelo era oficial de la marina británica y luchó con Nelson en Trafalgar. Y si uno sigue para arriba llega hasta Guillermo El Conquistador. No es que yo me crea Guillermo El Conquistador, pero hay muchas cosas que pasan a ser obvias y que antes parecían exóticas, como poner pendones en los techos del instituto, como tener mi propio gallardete de mando y como trabajar con gran naturalidad con los militares.

¿No tiene rabia de que su padre no se haya acercado a usted y le hubiese dicho la verdad?

Obviamente que lo habría preferido. Le pregunté a mi hermano César por qué ellos no se acercaron a mí. Y él me contó que lo había conversado mucho con nuestro padre y él le había dicho: "Yo creo que Claudio sabe todo. Incluso, ha estado al lado mío. Pienso que ha tomado la decisión de hacer como que esto no existiese. No debo vulnerar su decisión". Esa fue la actitud que él tuvo, a pesar de que ahora sé que él intentó reconocerme al comienzo.

¿Cuándo?

Yo todavía estaba en la guata de mi mamá. Sé que él fue a hablar con Volodia y que le dijo: "Este hijo es mío. Quiero reconocerlo". No se le permitió.

¿Volodia no lo permitió?

No. Naturalmente la que debiera haberlo permitido era mi madre, pero ella estaba muerta de miedo. Todo el aparato político estaba ahí. Es difícil de entender ahora, pero no se le permitió.

¿Por qué su mamá no se separó de Volodia en ese tiempo?

Esa es la pregunta del millón de dólares. No lo sé. Mi interpretación es que también fue por miedo, por esta cosa de no romper un matrimonio comunista.

Según lo que usted ha reconstruido, ¿cómo fue la historia?

Por lo que he ido reconstruyendo, mi madre tuvo un gran amor con Alvaro Bunster antes de casarse con Volodia. No fue una aventura. Fue un amor sostenido por años que terminó. Luego se casó con Volodia. Después reincidió con su viejo amor. En esa reincidencia nací yo.

Usted vivió con ella y con Volodia hasta los 10 años. ¿Qué pasó después?

Cuando yo tenía 10 años, mi madre dejó la casa. Se fue con otro amor al extranjero. Regresó bastante rápidamente y en ese momento fue absolutamente excomulgada. Yo quedé en la casa vacía, porque también Volodia se fue. Un día llegó a buscar sus libros y yo me quedé algunos días con mi abuela materna, Perla. Después comencé a vivir por períodos breves en casas de otra gente hasta que finalmente me instalé en la casa de Santiago Aguirre del Canto. Esa fue una época maravillosa.

Y cuando su mamá se fue, ¿qué le dijeron?

Yo era bastante despierto. Me dijeron que mi mamá se había ido con otro, pero no me dieron el nombre. Mi mamá era una mujer fogosa que se enamoró y se fue. ¡Aquí no hay puros en esta historia! Pero mi mamá es mi mamá. Y al que habla mal de ella, yo le pego un combo en el hocico. Y lo digo porque hay un tipo que se permitió decir cosas sobre mi madre y decir que "Volodia la perdonó". ¡¿De cuándo acá los hombres tienen que perdonar?! Además, es mentira. No sólo no la perdonó, sino que se la crucificó. Ella era una gran abogada sindical y le quitaron todas sus fuentes de trabajo, no se la saludaba en la calle. La sanción fue feroz por el delito de haber tenido una relación adúltera durante su matrimonio con el gran dirigente.

¿Y Alvaro Bunster?

Entiendo que él también recibió sanciones. Ahora, si lo que tú me estás preguntando es si hay alguien exento de responsabilidad en esta historia, te digo que no. Aquí son todos culpables.

El rol de Volodia
¿Cómo cerró este capítulo con Volodia? ¿Qué hizo cuando usted se enteró de la verdad?

Fui a verlo de inmediato. Le dije: "Por respeto hacia usted y por hombría, quiero decirle que acabo de saber que soy hijo de Alvaro Bunster". Y él, como siempre ha sido muy cortés, me dijo: "Bueno, yo siempre te he considerado más miembro de la familia que si hubieses sido adoptado". Esa fue la frase. No se me va a olvidar nunca: "... Más miembro de la familia que si hubieses sido adoptado".

¿No se abrazaron, no se dijeron nada más?

No. Luego me dijo: "He estado orgulloso de ti y hemos sido buenos amigos". Punto. Entonces, yo me quedé callado y le dije: "Sí, en los últimos años hemos sido buenos amigos". Así fue. Y debo hacer notar que, en ese momento, él fue extraordinariamente consecuente con lo que había sido siempre su relación conmigo. Eso resume nuestra relación: cortesía y precisión absoluta en el lenguaje. A pesar de todo, quiero decir que a Volodia le tengo estima. Y que ahora que las cosas son más nítidas, todo es mucho mejor, porque es verdad.

Convengamos que para mantener una mentira, fueron muchos los que guardaron silencio...

Estoy de acuerdo. Cuando uno empieza a mentir, sigue mintiendo y cada vez es más difícil decir la verdad. Ahora, resulta que al niñito le empieza a ir bien. Es profesor en Princeton. Obtiene el Premio Nacional. El niñito fue aceptado en la Academia de Ciencias de Estados Unidos. Entonces, se está orgulloso de este hijo que no es hijo. Y se establece una impresión de que todos los logros de este hijo fueron porque creció en ese ambiente y porque fue muy bien educado. Pero en verdad este hijo era un allegado en el Censo de 1964. A eso me refiero con que, a veces, es más cómodo no decir la verdad. Les queda mejor a los implicados.

¿Se siente utilizado por Volodia Teitelboim?

...En algunas cosas, como ayudar a personas cercanas a él que no lo merecían. Y me siento especialmente utilizado en que me haya hecho aparecer como hijo cuando yo no era su hijo. Pero, como te he dicho, al mismo tiempo estoy muy agradecido de él. Al final, estas cosas tienen aristas. No son blanco y negro. Estoy agradecido de Volodia por su deferencia. Nunca sufrí un maltrato por parte de él. Viví en su casa entre los 15 y los 18 años, justo antes de irme a Estados Unidos. Allí fui bien tratado. Se me alimentó. Tenía acceso a la biblioteca. Había una persona muy cálida, que era su madre y a quien yo siempre consideraré mi abuela Sara.

Imagino que para usted también debe haber sido importante ser hijo de Volodia Teitelboim.

¿En qué sentido? Ahora me doy cuenta de que la genética es muy fuerte. Nunca me interesó militar en el PC. Yo vengo de otra parte. Nunca me interesó esta cosa dogmática. Sí tengo admiración por la parte que intentó ser revolucionaria, pero el partido en sí, no me interesó. Y debo decir que Volodia fue muy respetuoso, porque jamás me lo impuso. Pero volviendo al tema, yo elegí un rumbo en el cual ser hijo de un dirigente comunista era más bien perjudicial.

¿En qué?

Fui yo quien decidió ir a estudiar a la Universidad de Princeton en Estados Unidos. Y ahí fui aceptado solito, con mi cartita. ¿O crees que uno recibe una visa de estudiante en Estados Unidos sólo por ser hijo de un dirigente comunista? Más bien diría que es un poco al revés. Así que, honradamente, en mi vida profesional, el ser hijo de un dirigente comunista, para decirlo neutralmente, no me ha servido para entrar a ninguna parte. Ahora, en mi vida personal, el haber tenido acceso a otras cosas, el poder vagar por la casa de Neruda, han sido un privilegio que le agradezco. Y estoy sinceramente agradecido. Pero también estoy muy agradecido de Santiago Aguirre del Canto, de Fernán Meza, de mi maestro John Wheeler en Princeton. Todos ellos fueron figuras de padre. Sin duda que Volodia está en esa lista, pero no es el único miembro.

Usted culpa a Volodia porque no le dijo la verdad, pero tampoco se la dijeron su madre ni su padre.

No culpo a nadie en especial. Simplemente, restituyo la verdad. Lo que hay aquí es una mentira de 57 años que tiene muchos involucrados. Lo único que yo he hecho es decir la verdad y exponer la conducta vil que hubo con mi madre al no dejar que me viera y al estigmatizarla. Esa conducta vil con ella no fue de Alvaro Bunster.

¿De quién es, entonces? ¿De Volodia, del Partido Comunista?

El Partido Comunista de esa época era un organismo jerarquizado. Sin duda, las medidas contra mi madre no se habrían tomado sin, al menos, el conocimiento de Volodia. De eso no tengo la menor duda. Ahora, cuando escucho a algunos hablando, recuerdo con escalofríos los mismos métodos que se usaron hace 58 años.