Wednesday, July 12, 2006

Poder Popular - Patricio Navia


Porque la izquierda en Chile todavía carga con su historia de menosprecio a la democracia electoral durante la UP, para evitar que vuelva a aparecer el fantasma del poder popular, la Presidenta Bachelet debe aclarar su concepción de democracia participativa. En toda democracia sana, las necesarias reformas a favor de mayor participación buscan fortalecer la rendición de cuentas y la transparencia de la democracia representativa.

La tensión entre democracia participativa y representativa está hoy en el centro de nuestro sistema político. La democracia representativa se funda en el principio de la igualdad al momento del voto. El día que escogemos autoridades, el voto del más educado pesa lo mismo que el voto de un analfabeto, y la opinión de aquellos que ganan el sueldo mínimo vale igual a la de los más ricos. Pero ya que existen una serie de restricciones (como el sistema binominal, la ausencia de inscripción automática, la elección indirecta de los Consejos Regionales o el distinto tamaño de los distritos electorales) que hacen insuficientemente representativa a nuestra democracia, es loable que la Presidenta quiera mejorar la calidad de nuestro sistema institucional.

Bachelet ha expresado su preferencia por los gobiernos ciudadanos. Pero aunque la democracia participativa parece una vía razonable y atractiva, hay una serie de defectos que la hacen poco conveniente. Cuando participamos no somos todos iguales. Aquellos que pueden salir a la calle ejercen más influencia que los demás (estudiantes versus jubilados). Los que tienen más dinero, o mejores herramientas, pueden influir más en las decisiones sobre políticas públicas (imaginemos la capacidad de organización de los microbuseros versus los residentes rurales). Los que gritan más fuerte o tiran más piedras llevan las de ganar en la democracia participativa.

Ahora bien, la democracia representativa funciona mucho mejor con una ciudadanía informada. Por ello, es imprescindible mejorar los mecanismos de rendición de cuentas y transparencia del gobierno. La transparencia en el financiamiento de las campañas, un sistema electoral competitivo, un sistema judicial independiente pero también moderno y ágil ayudarían a mejorar la calidad de nuestra democracia. La transparencia en los partidos políticos (en su financiamiento, elecciones internas y nominación de candidatos) también serían reformas bienvenidas. Por cierto, el secretismo es enemigo de la democracia representativa.

Nuestro país ya sufrió una vez con el irresponsable menosprecio de la democracia representativa. No podemos volver a cometer ese error. Sin duda que hay que mejorar la democracia representativa e introducir mecanismos que faciliten y fortalezcan el control ciudadano. Pero idealizar el pueblo en la calle y manifestar una nostálgica preferencia por el poder popular por sobre la democracia representativa constituye el peor error que puede cometer la izquierda en Chile hoy.